lunes, 27 de febrero de 2017

Miedos

Cuando algo nos paraliza

Estas ahí parado... sin saber qué hacer ni a donde ir.

El  miedo, al igual que otras emociones, es una señal y esa señal viene a decirnos que hay algo ahí afuera (o ahí adentro) que representa una amenaza, algo que en una rápida evaluación creemos que es más grande que nosotros mismos, y no podremos enfrentar.

Muchas veces esta señal nos salva la vida, y eso es cumplimiento del deber por parte del miedo. Pero muchas más veces de lo que creemos, el miedo nos juega una mala pasada: nos aleja de personas, entierra sueños posibles, nos deja inmóviles y congelados en el tiempo, sin poder avanzar....

De esa clase de miedo te quiero hablar hoy.
Porque ese es el miedo que nos impide crecer, madurar, ser, trascender...ser felices.

Existen dos miedos básicos, uno es el miedo al fracaso (no conseguir o perder), y el miedo a ser rechazado (no ser querido).

Ambos miedos, el miedo al rechazo y el miedo al fracaso, nacen de dos miedos aún más básicos y profundos que son: el miedo a ser como soy, a manifestar lo que realmente deseo, siento, necesito… y el miedo a la libertad, que justifica que busquemos el respaldo de los grupos sociales como una forma de amortiguar la soledad, aunque esto restrinja nuestra libertad individual.

Gestionar el miedo

Te propongo 3 primeros pasos para transitar el miedo y no paralizarte en el intento:

1.- Atender al miedo: significa “tomar conciencia del mismo”, comprender qué lo causa y para qué viene a nuestras vidas. Algunas preguntas disparadoras: ¿En qué momentos pueden detectar esta emoción más a menudo? O ¿a qué área de su vida está más relacionada?
¿Cómo detectan normalmente al miedo? ¿Qué reacción corporal experimentan?
¿Qué actitud suelen tomar frente a esta emoción? ¿La aceptan? ¿La demuestran, la comparten o la esconden?
¿Qué consecuencias visibles se derivan de sentir esos miedos?

2.- Detectar pensamientos limitantes: se trata de retar o poner en tela de juicio cada excusa que nos viene a la hora de no hacer aquello que queremos, por ejemplo.
Se trata de estimular una capacidad de pensamiento que venza la autocomplacencia y el victimismo, que en muchas ocasiones, nos hace mirar en el lugar equivocado (mi jefe, mi compañero, mi pareja, mi hijo…), buscando fuera de nosotros lo que explica nuestro sentir y nuestro vivir.

3.- Actuar: ante todo una pregunta importante: Piensen en algún miedo que hayan afrontado y logrado vencer con éxito. ¿Cómo lo hicieron?
El pensar cuánto hemos podido en el pasado,  nos recuerda que somos seres capaces de mucho más de lo que creemos.
El primer paso es el inicio de tu travesía personal, lo que sea que puedas hoy, vale! Un No dicho a tiempo, pedir lo que necesito, preguntar lo que no sé, proyectar lo que sueño, ahorrar para ese viaje, caminar la primera cuadra, lo que sea que hoy crees que no podés, intentar revertirlo. No aceptes un No como respuesta!

El antídoto del miedo es descubrir quienes somos realmente, qué necesitamos y qué deseamos.
 Cuando conectamos con nuestra naturaleza, con nuestro “yo real”, iniciamos el camino hacia aquellas metas que contribuyen a nuestra felicidad.

Gracias por leerme, que tu miedo no te impida viajar!

 El antídoto del miedo es descubrir quienes somos realmente, qué necesitamos y qué deseamos.

jueves, 16 de febrero de 2017

Reconciliarse con uno mismo


El camino del amor propio

La vida fluye permanentemente y en su discurrir nos deja un sinnúmero de experiencias que constituyen nuestro conocimiento. Este conocimiento se refiere a nosotros mismos, a otros y a todo cuanto nos rodea. Las experiencias pueden ser estimulantes, divertidas y trascendentales y esto otorga un plus de sabiduría a nuestra existencia.

También hay experiencias dolorosas, porque desde el principio la vida también está hecha de carencias, frustraciones e imposibles. Cuando esto no se logra asumir, despierta en nosotros temores, desconfianza y pesimismo. De hecho, terminamos culpándonos. Así, si llegamos a eso, es indispensable encontrar la manera de reconciliarnos con nosotros mismos.

Uno de los recursos terapéuticos más extendidos y que mejores resultados ofrecen consiste en observarnos con mayor indulgencia. No es fácil, pero sí importante aprender a aceptar nuestras limitaciones y nuestros rasgos individuales. No tenemos que ser tan duros con nosotros mismos, como tampoco empezar una lucha sin cuartel contra nuestra personalidad pensado que es horrible.

Mirarnos al espejo
Es probable que cuando nos ubiquemos frente al espejo no nos guste lo que vemos o al menos una parte. Puede que tengamos tendencia a criticarnos severamente y de forma negativa.

Muchas veces ni siquiera nos miramos, sino que nos comparamos con un ideal mental. Por eso es importante aprender a observarnos con cuidado y, por qué no, con cariño. En principio, una buena idea es conocer y reconocer esa imagen física. Es única en el mundo y no se puede comparar.

Perdonarnos
A veces no logramos aceptarnos porque nos encargamos de llenarnos de culpa. No asumimos un defecto o una limitación como una realidad de todo ser humano. A cambio de ello nos fustigamos y aprendemos a convertir los errores en un lastre que cargamos para siempre. No logramos perdonarnos las equivocaciones y nos comportamos como si fuéramos enemigos de nosotros mismos.
Es importante detectar esas líneas de pensamiento autodestructivas. Piensa que superar la percepción negativa que pudieras tener sobre ti mismo te libera de esa prisión.

Ser honestos con lo que sentimos
Cuando actuamos en contra de lo que sentimos, nuestro cuerpo se expresa. De hecho, podemos convertirnos en una especie de enfermedad para nosotros mismos.

Por contradictorio que parezca, a veces no logramos aceptarnos porque tenemos una gigantesca vanidad. No nos interesa ser nosotros mismos, sino ser superiores a otros.
Por eso, no logramos aceptar nuestros errores o fracasos. Nos señalamos con el dedo y nos maltratamos emocionalmente.
Piensa que los errores no conducen al fracaso, sino a la experiencia.
Lo que sí constituye un error es quedarte en el lamento por haberte equivocado. Siempre hay formas de resarcir los desaciertos. 
El principio de todo es reconciliarte contigo mismo y darte la oportunidad de disfrutar de la persona que eres.


Novedad: Grupo de Facebook Amistad Conmigo Mismo, podés sumarte cuando quieras!

 “Ningún hombre puede sentirse cómodo si no tiene su propia aprobación” Mark Twain

lunes, 13 de febrero de 2017

Cómo salir de la queja

Cuatro pasos básicos
Es muy común caer en la queja: arrancamos con el marido y terminamos en el presidente de la nación. La hilación? La queja.
Y el mundo se vuelve negro, amargo, amenazante e irrespirable.
¿Qué pasó? Empecé a quejarme y no pude parar. Me acostumbré e hice de la queja un estilo de vida.
Me abracé a la QUEJA.
A todos nos ha pasado. Quedar atascados en este círculo vicioso.
Identikit de la queja
  • Lamentos
  • Apreciación negativa de los hechos
  • Culpabilidad hacia otras personas
  • Se ven a sí mismos cómo victimas de la situación
  • Repetición de las mismas historias una y otra vez.
  • Falta de acción
¿Te encontrás en un paisaje parecido?
Veamos cómo podemos salir de este estado tan desagradable:
Paso 1: Deja de quejarte
Intenta vivir todo un día sin quejarte. Luego una semana. Luego un mes. Ponete un objetivo. Seguro vas a ver cambios rápidos... el primero: sentirte mejor.
Paso 2: Revisate
Evalúa qué responsabilidad estás evadiendo al efectuar tus quejas: ¿para qué te quejas?
¿Qué cosas podrías hacer diferente?
¿Qué te lo impide?
Paso 3: toma acción
Hace los cambios necesarios, decí lo que necesites decir a quién corresponda: si, no....
Paso 4: mantenete alerta
Es muy importante saber con la facilidad que podemos caer nuevamente en el círculo de la queja.
Es necesario estar atentos a cada pensamiento y palabra que emitimos para lograr controlar el deseo irrefrenable de quejarnos porque Sí.
Esto es sólo el comienzo. En la práctica de cada paso vas a encontrar tus propias respuestas.

Gracias por leerme.
¡Buen viaje!